El equipo de Hansi Flick remonta el partido ante el Real Madrid para coronarse por decimoquinta vez en la competición La colisión de estrellas mundiales que un partido como la final de la Supercopa de España coloca sobre el césped muchas veces desencadena la aparición de acontecimientos maravillosos que engrandecen el fútbol de puro disfrute. Este domingo ha sido una de esas jornadas.
Porque el partido entre el Real Madrid y el FC Barcelona queda ya para los anales del deporte rey en una demostración de talento, alternativas, pegada, goles imposibles y un ritmo trepidante que ha hecho las delicias de las decenas de millones de aficionados que han seguido el encuentro en todo el mundo.
Se plantaban ambos equipos con los mismos onces iniciales con los que superaban sendas semifinales y desde el primer silbatazo de Gil Manzano la presión alta de los azulgranas comenzaba a dar sus frutos ofensivos para los de Hansi Flick.
Un par de grandes intervenciones de Courtois salvaban la portería merengue antes de que Kylian Mbappé dejase con la boca abierta a todo el estadio de Yeda con una arrancada plena de decisión y potencia vertical, que el astro parisino culminaba con un remate cruzado ante la salida de Szczęsny.
Era el primer golpe del partido, que no variaría la hoja de ruta culé, confiados los blaugranas en que la velocidad supersónica de sus interiores, junto a a la capacidad de ejecución en ataque iban a propiciar la remontada.Y a fe que lo ha hecho en un impresionante recital que un extraterrestre llamado Lamine Yamal comenzaba mediada la primera parte firmando un portentoso eslalon con el balón pegado al pie antes de lanzarlo con mansedumbre junto al poste izquierdo de Courtois.
A partir de ahí, llegaba el avasallamiento. Primero con un penalti señalado a instancias de la sala VOR por derribo de Camavinga a Gavi, que Robert Lewandowski transformaba en el tramo final de la primera parte.
Poco más tarde, un pletórico Raphinha se echaba a la espalda el ataque de su equipo cabeceando un centro medido de Koundé desde el costado diestro y sirviendo a Balde para culminar el contraataque justo antes del intermedio.Tras la reanudación, Ancelotti intentaba buscar soluciones con sus jugadores conjurados para darle la vuelta a la situación. Rodrygo estaba cerca así de reducir distancias, pero la volea del paulista se estrellaba en la cruceta y en la jugada siguiente Raphinha volvía a antojarse letal en el contragolpe catalán.
Con la final decantada, el orgullo blanco volvía a aparecer esperanzado por la expulsión de Szczęsny y el consiguiente gol de Rodrygo, que servía para maquillar un marcador ya teñido definitivamente de azul y grana.
El FC Barcelona optaba por mantenerlo y el Real Madrid aún estaba cerca de marcar en un par de claras opciones merced a la sobresaliente aportación ofensiva de un Kylian Mbappé convertido en el jugador más destacado de su equipo.
Llegaba así el pitido final y la euforia de un Barça que se corona como el monarca indiscutible de la competición con su decimoquinto entorchado, dos más que el Real Madrid.
Los fuegos artificiales, las luces, el confeti y el We are the champions acompañaban el levantamiento del primer gran trofeo del año por parte del guardameta Marc André ter Stegen todavía en el dique seco y a quien sus compañeros cedieron el honor como emotiva última imagen de una Supercopa cada día más y más grande.